domingo, 8 de marzo de 2015

Reseña: Aprender a escuchar.

Aprender a escuchar

Maryuri Ramírez*



Constantemente estamos expuestos a la necesidad de escuchar, bien sea ordenes, consejos o enseñanzas, necesitamos escuchar y lo necesitamos a diario, a cada instante. Sin embargo no sabemos escuchar, porque como nos dicen en el libro, ‘‘escuchar es más problemático de lo imaginado’’; creemos escuchar, y creemos hacerlo muy bien, pero escuchar es mucho más que oír sonidos o prestar atención a lo que nos dicen, escuchar es parte de nuestro lenguaje, porque el lenguaje no puede ser sólo el hablar o el decir, dado que si no hay nadie que escuche lo que hablamos o lo que decimos, nuestras palabras se las lleva el viento. Éste es el énfasis que hacen los tojolabales en cuanto a la definición de lenguaje, pues nosotros la ‘‘sociedad dominante’’ definimos el lenguaje como el idioma hablado, lo cual es completamente errado, porque como ya lo mencioné, el lenguaje según la perspectiva tojolabal, es un conjunto entre el escuchar y el hablar. Para hablar es necesario escuchar y para escuchar es necesario entender lo que nos dicen, pero no entenderlo y malinterpretarlo, es entenderlo desde la perspectiva de la persona que nos lo está diciendo.

No obstante y como se plantea también en el texto, ‘‘Estamos acostumbrados a tanta bulla, que no prestamos atención a todos los sonidos que nos rodean’’, y así como no prestamos atención, no los escuchamos y no los entendemos, vivimos en medio de la contaminación, visual, auditiva y medioambiental y pareciera que fuéramos ajenos a todo esto, pareciera que aunque somos conscientes de que no estamos escuchándonos y que esto nos esta destruyendo poco a poco, no nos importara lo que sucede a nuestro alrededor, porque nos hemos criado en la cultura del yo, ‘‘yo gano, yo importo, yo necesito, yo soy’’, no nos fijamos en las necesidades de los demás, ni en sus opiniones, no escuchamos a los demás porque creemos que no necesitamos de ellos, por eso el nosotros es un concepto fundamental para los tojolabales, pues ellos que sí saben escuchar, escuchan a nivel social, escuchan a los animales, las plantas y a toda la naturaleza, porque como ellos lo dicen, ‘‘todas las cosas tiene corazón que los hace vivir, porque todo vive y tiene corazón’’. 

Lamentablemente en nuestra cultura individualista no sabemos escuchar, oímos las palabras y entendemos lo que quieren decirnos, pero no percibimos más allá de lo que hemos oído y entendido. El escuchar conduce al diálogo, que a su vez es fundamento de la convivencia y remedio contra el odio y la guerra, porque si sabemos escuchar y acercarnos a nuestros ‘‘enemigos’’, estos ya no serán enemigos nuestros, pues entonces habremos entendido y comprendido sus intenciones y sus necesidades, o como dirían los tojolabales, nos habremos emparejado con ellos, y el emparejarse como su palabra lo indica, requiere que nos pongamos en el mismo nivel, que no nos creamos más que el otro y que escuchemos y seamos escuchados, sabiendo que la opinión del otro es tan valiosa como la nuestra.

Escuchar entonces, requiere que dejemos a un lado esa actitud que pretende que ya sabemos lo que nos dirán, pues ésta es una forma de no querer escuchar, significa el endurecimiento de nuestro corazón que no quiere acercarse al otro y fijarse en sus palabras, lo cual es una actitud inapropiada y egoísta que da entender que solo nosotros tenemos la razón, que las opiniones de los demás no valen la pena y que somos incapaces de emparejarnos con el otro y de escucharlo; pero escuchar no es solo escuchar a los demás, es también escucharnos a nosotros mismos, escuchar a nuestro corazón, lo cual resulta bastante difícil, porque no tenemos la habilidad para silenciar ese diálogo interno que nos habla sin cesar, y que nos impide escucharnos plenamente y escuchar a los demás.

En nuestro contexto occidental, las leyes por ejemplo, son el resultado del no saber escuchar, no son justas ni humanas, fueron establecidas por autoridades que no saben escuchar al pueblo, o no quieren escucharlo, porque no tienen confianza en él, autoridades que no han aprendido a emparejarse, que hacen parte de una ‘‘democracia’’ representativa y que cuentan con el pueblo sólo al momento de ser elegidos, pero que después callan la voz del mismo y toman decisiones sin contar con los demás, caso contrario a lo que se da en la comunidad de los tojolabales, quienes eligen a la autoridad por consenso, y no le entregan el poder de la toma de decisiones, si no que lo eligen para que haga realizar la voluntad del pueblo, su principal función es escucharlo, es una democracia participativa, en la cual si se presenta un problema, la solución del mismo, es el resultado unánime de una asamblea.

El camino de las armas, suele escogerse en las sociedades donde no se escucha, donde domina la imposición del poder, y éste último es otro obstáculo enorme para poder escuchar, porque el pudiente cree que lo sabe todo y no necesita nada de los de abajo, el pudiente no sabe escuchar, nunca lo aprendió y nunca se lo enseñaron, y además al igual que nosotros, nació en una sociedad individualista, que le enseñó a ser activo y no receptivo, sabe actuar, hacer, dar, pero no sabe recibir y por lo tanto no sabe escuchar, porque escuchar es recibir las palabras escuchadas, lo que para los tojolabales, corresponde a recibir un regalo.

Vivimos en una sociedad que no nos enseñó a escuchar ni a recibir, una sociedad donde las autoridades y los medios, se sienten con el poder de desorientar a los lectores y oyentes, y se convierten en medios de desinformación, pues publican para que no se escuche ni se tenga conciencia de la realidad, una sociedad sorda, que es incapaz de escucharse a sí misma, y por tanto incapaz de escuchar a todo lo que le rodea, incapaz de percibir las señales que la tierra nos manda en la época de crisis, una sociedad que piensa que el dinero puede resolverlo todo, pero que no se da cuenta que está personificando la historia del rey midas, y que cuando ya todo sea sólo dinero, será demasiado tarde para reconocer que el dinero no se puede comer.

Por eso el llamado es a que aprendamos a escuchar, no solo oír, que lo que nos digan, lo escuchemos, lo entendamos y que nos interpelemos sobre ello, que percibamos en las palabras, mucho más de lo que hemos oído, porque el escuchar, nos dice lo que desconocemos y nos sorprende, además, el escuchar puede ser la transformación de nuestra vida en medio de un contexto de sordos. También es un llamado a que dejemos de ser egoístas y de pensar solo en el yo y empecemos a pensar en el nosotros, en comunidad, buscando siempre incluir a todos, incluso a quienes consideramos enemigos, y tomando conciencia y responsabilidad, sobre nuestros actos y los de los demás, y todo esto requiere cambios, en cuanto al sistema social, requiere que tengamos una democracia participativa, donde todos podamos escuchar y ser escuchados, en cuanto a nuestra forma de pensar, requiere que no seamos egoístas, y que busquemos siempre ayudar a los demás, requiere toda una serie de cambios que sólo podemos llevar a cabo si nos ponemos en la tarea de querer escuchar, aprender a escuchar y enseñar a escuchar.

*Miembro del Colectivo desde grado 11 de la Institución Educativa Normal Superior Farrallones de Cali. Normalista superior. Estudiante de Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad del Valle.

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